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Workshop on Sex and Power - 2013 - Spanish

Notas sobre el Taller Sexo y Poder

Comenzamos el taller con una lluvia de ideas sobre las interrelaciones entre sexo y poder, y llegamos a la conclusión de que la iglesia institucional está obsesionada con el sexo y por otra parte que el sexo y la sexualidad estructuran su institucionalidad: exclusión e invisibilización de las mujeres, imposición de patrones hetero-normativos, Humanae Vitae y Evangelium Vitae, celibato obligatorio, abuso sexual de menores y personas vulnerables, vulnerabilidad del (alto) clero al chantaje por todo tipo de mafias por violar el celibato obligatorio y enredarse en redes de prostitución, ....

¿Cómo lograr cambios?

Introduciendo la democracia en la iglesia como institución, cosa que la sociedad secular viene haciendo ya hace dos siglos.

Breve resumen de la historia de los Derechos Humanos, contra cuyo desarrollo se opuso rotundamente el Vaticano, para quien estos eran anatema. 1948: Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU), 1989 Caída del muro de Berlín, 1990: las grandes conferencias de la ONU. 1992: Rio - Medio ambiente, 1993: Viena - Derechos Humanos, los derechos de la mujer son Derechos Humanos; 1994: El Cairo - Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo: La sexualidad y la reproducción humana son cuestiones de Derechos Humanos, 1995: Beijing - Mujeres.

En 1963, Juan XXIII publica Pacem in Terris: la Iglesia reconoce finalmente que los Derechos Humanos son compatibles con la fe cristiana. Se convierte de un firme opositor en una defensora internacional de los Derechos Humanos. En 1964: Estado no miembro observador permanente ante Naciones Unidas.

En la década de los 1990 al celebrarse las Conferencias de las Naciones Unidas el Vaticano, abusando de su estatus y creando alianzas con otros fundamentalistas, obstaculiza sistemáticamente cualquier avance en materia de derechos de las mujeres relacionadas con la sexualidad y la reproducción humana. La urgencia de lograr una clara separación entre la iglesia y el estado se hace evidente.

Se presenta el "Decálogo de los Derechos Sexuales y Reproductivos" que Católicas por el Derecho a Decidir, y muchas otras organizaciones no gubernamentales feministas utilizan con fines educativos:

Derechos Sexuales:

El derecho a disfrutar de una vida sexual satisfactoria y placentera durante todo el ciclo de vida, libre de coerción, discriminación y en el respeto de la autonomía de la persona. Esto implica el derecho a la salud sexual: un estado de bienestar físico, emocional, mental y social en el campo de la sexualidad.

Derechos reproductivos

Se basan en el reconocimiento y el respeto de la capacidad moral de tomar decisiones libres y responsables sobre la procreación, libres de toda coacción, violencia o discriminación. Implican el derecho a la salud reproductiva: un estado general de bienestar físico, emocional y social, y no simplemente la ausencia de enfermedad, en todos los aspectos relacionados con el sistema reproductivo, sus funciones y procesos.

El decálogo de Derechos Sexuales y Reproductivos

1. Derecho a la igualdad

2. El derecho a la autonomía sexual

3. Derecho a la libertad y a la integridad corporal

4. Derecho a decidir sobre las distintas opciones reproductivas

5. Derecho a la información

6. Derecho a la educación sexual

7. Derecho a servicios de salud sexual y reproductiva

8. Derecho a la intimidad y confidencialidad

9. El derecho a fundar una familia

10. Derecho a la participación y la libertad de religión, conciencia y pensamiento

Sigue una discusión, uno de los participantes asume el papel de abogado del diablo y cuestiona estos derechos como abriendo la puerta al libertinaje y relativizando todo. Sin embargo, el análisis cuidadoso de la lista de los derechos muestra que ningún derecho puede ser tomado como absoluto, sino que hay necesidad de tenerlos en cuenta a todos.

Se hace mención de los Principios de Yogyakarta (2006), una lista de 29 principios basados en los Derechos Humanos universales, que tienen particular relevancia para la comunidad LGTBIQ.

Elfriede Harth